viernes, mayo 18


Tropiezos

Hace harto tiempo que no me sacaba de verdad la mugre. No sé como verdaderamente patiné en el hall del edificio de CONAMA. Lo peor de todo es que fue muy aparatoso. Si hubieran visto la cara de los conserjes, yo creo que pensaron que me había dado un ataque o algo parecido porque existen remotas posibilidades de desplomarse en un lugar tan plano. Después del desgraciado suceso, me acordé de una querida amiga que tiene gran experiencia en bochornos parecidos... Les contaré un par de ellos:

En uno de sus viajes a Las Cabras estuvo a punto de accidentarse cuando el televisor se deprendió y buscó estrellarese en su cabeza. Si no hubiera sido por el auxiliar, que volo por el bus, no me habría dado la oportunidad de conocerla y reirme tanto con sus aventuras.

Para que decir de una de sus incursiones en la cocina, cuando quiso hacer manjar con leche condensada (de ese que a los más viejitos nos preparaban nuestras mamas). Lo dejo coserse hasta que despertó con el ruido de una tremenda explosión.... se había reventado el tarro y esparcido por todas partes.

La gracia mayor de estas historias, debo reconocer, es la narración. No hay nada igual, me he reido hasta las lágrimas con ellas. A su vez aprendí que hace bien reirse de uno mismo, de hecho lo comprobé cuando estaba acostado en el piso de la CONAMA el otro día, ni siquiera me puse rojo ¿me creerían?.....